Mi tía no daba abasto. Antes de salir de casa, le tocaba llenar
la cartera de monedas y, por supuesto, de las gruesas plateadas de 25 pesetas.
A la pobre, cada noche le salía por un ojo de la cara. No había manera de que “su
niño” se pasara la primera pantalla. Aquellos bailarines rusos, más que bailar,
la estaban arruinando. En el viaje en coche al Duc, local de referencia en la Playa de Moncofa, no se hablaba de
otra cosa que del maldito juego. La ida era ilusionante; la vuelta,
terriblemente decepcionante. Por muchas monedas que invirtiera en aquella vieja
máquina recreativa, nunca llegaba el día de la hazaña. El resto de niños sí
conseguían dar un paso más, pero con el suyo…era otro cantar. Veía como el
verano iba pasando y la cosa no funcionaba, pero, un día, los astros se
conjuraron y su sobrino consiguió la gran gesta. Por fin, toda la inversión
valió la pena.
Aquella niña me marcó. Recuerdo perfectamente su cara y sus
palabras. Era más mayor que yo y, además, tenía un manejo de aquel videojuego
que producía pavor en todos los que se atrevieran a jugar con ella en modo 2 PLAYER. Así pues, siempre que venía,
jugaba sola. El resto, a mirar como eran las pantallas a las que nunca nos
imaginábamos poder llegar y, mucho menos, yo, que era el más inepto de todos;
el único allí presente que seguía enfrascado en la primera. No había forma de
pasar a la segunda. Todos lo sabían y, por supuesto, se burlaban, pero existía
alguien que lo desconocía: la niña. Supongo que con su nivel, no estaría muy
pendiente del resto, así que, una noche, aburrida de jugar en solitario, me
propuso una partida “dos jugadores”. En un primer momento, no daba crédito a su
propuesta. El ridículo podía ser espantoso, pero, movido por la incredulidad y
la presión de no aceptar esa especie de desafío, le dije que sí. En realidad,
si soy sincero, lo hice porque estábamos solos, ya que el resto de niños aún no
habían llegado y, por tanto, nadie vería el desastre, pero, lo que allí ocurrió,
no estaba en el guión. Tanto me marcó, que no dudé ni un segundo en componer el
Himno Oficial de ECdeP con la inolvidable
melodía de ese juego: el TETRIS.
La canción yo lo que
quiero es irme de fiesta hizo una sincronización perfecta con el ritmo del
Tetris, y sirvió, de forma excelente,
para crear el Himno Oficial de El
Consultorio. Frases como: Esta noche, la noche no se acaba…esta noche vuelvo
de mañana o Esta noche sé que te molesta, cojo mis cosas y me voy de fiesta causaron
furor y, de algún modo, representaron el espíritu joven, rebelde y divertido
del programa. Tanta era la emoción al escuchar esta melodía que un día me tocó
realizar EcdeP bañado por champagne. Sin lugar a dudas, viví, uno
de los episodios más graciosos que recuerdo dentro del estudio. Nunca me acababa
de gustar esa bebida francesa, pero el riego de aquel día y su posterior aroma,
me acabaron convenciendo.
Era navidad y la alegría imperaba en todos nosotros, sobre
todo, en los que nos cogíamos unos días festivos. Esa mañana, me había pasado
todas las horas dando vueltas por Valencia cubriendo la actualidad navideña de
varios equipos. Cuando llegué a la Radio, previa de vacaciones, me encontré que
la fiesta ya había pasado por allí. Los de la mañana se habían marchado ya,
pero tuvieron el detalle de dejar unas pastas, algún que otro polvorón y
diversas botellas de champagne… ¡Abiertas!
No me quedaba tiempo para nada, así que entré al estudio, lugar en el que a
“alguien” se le había olvidado una de esas botellitas. Al sonar nuestro querido himno y, emocionado por escucharlo,
decidí hacer una broma con el espumoso, agitándolo sobre mí como si me hubiera
tocado El Gordo y mi vida fuera a cambiar desde ese mismo momento… ¡y sí que
cambió! ¡Vaya si cambió! Una auténtica ducha de Moët & Chandon se apoderó de mi cuerpo impregnándome de su más
exquisita fragancia. Menos mal que pude enmendar mi error rápido y salir del
paso, pero, sin lugar a dudas, hacer un Consultorio
completamente regado por champagne
francés no tiene precio.
Por aquel entonces, el fútbol valenciano no iba por buen
camino y, concretamente, el Valencia CF no acababa de dar muchas alegrías. La
gran mayoría de llamadas telefónicas servían como buzón de quejas, protestas y
despropósitos. Los lunes, generalmente día después de partido, la cosa estaba
calentita y la audiencia se desquitaba contra todo bicho viviente. Hablando mal,
“se repartían hostias como panes” contra futbolistas, entrenador, presidente…
Por tanto, había que hacer algo. La cultura Jamaicana invadió la Radio y el tío
Bob (Bob Marley) calmó a las fieras con su buena música. Así pues, todos
los lunes, celebrábamos el día Reggae.
Could you be loved encendía una
chimenea ficticia de buen rollo que invadía el estudio, el control técnico y
todos los lugares donde se escuchaba el programa. ¡Qué recuerdos! Tal fue el
efecto de su gran repertorio musical que, al final, nadie hablaba de fútbol.
Increíble, pero cierto. El partido había pasado a un tercer plano. A nosotros
nos interesaba mucho más que había hecho nuestra audiencia el fin de semana. El
poco fútbol del que se hablaba era para conocer cómo había quedado el partido del
nieto de “El Monstre de Sedaví”, uno de nuestros principales oyentes y
estandartes de la emisora. Su nieto, “El Popov”, tenía siete años y era una
máquina jugando al balompié.
El martes era el día Friki
por excelencia. Grandes artistas y sus “temazos” nos hacían disfrutar de lo
lindo. Una auténtica gozada. Camela,
grupo musical español, con su famosa versión de La Gallina Cocoguagua, daba el pistoletazo de salida a una hora
llena de Frikismo que hacía las
delicias de la audiencia. Grandes cantantes como Jesulín de Ubrique y su famoso tema Toda (toa, toa, toa) representaban ese magnífico espíritu e,
incluso, conseguían que más de uno se soltará la melena y acabara cantando en
directo. Por supuesto, yo también. Mención especial para la banda de techno-pop Viceversa y su inigualable canción Tu piel morena. Aquello sí que era música. Cada vez que sonaba,
la locura se apoderaba del estudio central. Pero si hay un artista que marcó, y
mucho, ese día de la semana, fue Cristinita
Percances. Aún a día de hoy, sigo arrepintiéndome de no haber ido a un
concierto suyo. Su melodía, Amor fallero,
servía de despedida del Consultorio
durante estas fiestas. Al igual que Valencia tenía sus Fallas, nosotros
teníamos las nuestras. ECdP,
incluso, disponía de mascletà propia
y hasta la Fallera Mayor de Valencia daba paso a la misma: “Senyor Polo, pot començar la mascletà del Consultori”. Pero esta
increíble artista nos cautivó con una canción muy especial y, a su vez,
prohibida. No todos los martes sonaba, pero, cuando lo hacía, temblaban los
cimientos del edificio. "Ponme petazetas…"
El ecuador de la semana nos devolvía a la infancia.
Retrocedíamos años atrás para reencontrarnos con aquellas series de dibujos
animados que tantos recuerdos nos traían. Un auténtico homenaje a la niñez.
Bajo los mandos del intrépido Samsagaz
Carlitos Domingo, cada miércoles viajábamos a “La aldea del ARCE” para cantar aquello de: Chamalele, Chamalá, nuestra aldea es genial. A Carlitos le chiflaba
recordar esta popular serie, ya que, los conejitos, le recordaban a los dos que
tenía él en su casa ¡Vaya toalla! La irrupción de Oliver y Benji, Los
Trotamúsicos y Los Fruittis,
encabezados por Gazpacho y Mochilo, cautivaban a todos los oyentes que, durante
esa hora, nos pedían multitud de sintonías que les recordaban a su pasado. El Equipo A y El Príncipe de Bel-Air nunca fallaban a su cita, mientras que MacGyver se encargaba de recordarme el
día que intenté imitarlo remodelándome la bicicleta y consiguiendo que se
partiera en dos. Al final, me la tuvieron que soldar. ¡Lamentable!
Los jueves, el estudio se transformaba. Era la fecha más
importante, al menos, para las peticiones de los oyentes vía SMS. Llamaba la
atención, pero, ese día, sabías que había que estar muy preparado. Nuestra
audiencia no era cualquier audiencia y convertir ECdeP en la casa del Rock,
no era tarea fácil. Fiel a mis ideales, Extremoduro
gozaba de un puesto de honor y, su canción Pepe
Botika, abría las puertas del mundo
rockero. Las guitarras eléctricas, baterías y bajos retumbaban por doquier
provocando efectos secundarios y, a mí, que me gustaba tener los auriculares a
tope, me dejaban completamente sordo. Tal era esa sordera que, cierto día lluvioso, salí del estudio
después de finalizar el programa sin oír las recomendaciones de mis
compañeros en torno al charco de agua que se había creado en la entrada. De
nuevo, volvía a mojarme, pero esta vez con caída incluida. De pequeño, te meten
en la chola que hay que andar con la cabeza alta y sin mirar al suelo y, al
final, acabas cayéndote. Siempre me gustó el surf, pero quedó claro que nunca
lo había practicado.
Sonaban tambores de guerra. La batalla se acercaba y las
tribus estaban preparadas. Solamente hacía falta darle suelta. El ritual
siempre era el mismo, pero, cada vez, sonaba con más fuerza. El fin de semana
se aproximaba y, los viernes, venían cargados de emoción. Todo estaba dispuesto
para que sobrevolara las costas de Pinedo. “El Murciélago” de la mítica
discoteca Spook Factory estaba listo
para su cita. A las 15:00 h emprendía el vuelo para viajar hasta la Radio. Una
vez más, había llegado el momento de la música bakalao. Las llamadas telefónicas eran un reflejo del imperioso
ánimo que teníamos todos. Por fin llegaba el merecido descanso después de una
larga semana laboral y eso había que celebrarlo. Todas las melodías bakalaeras tenían cabida en el programa.
Esos grandes éxitos que tanto habíamos bailado, nos ayudaban a amenizar El Consultorio creando un ambiente de
abanicos, ganchitos, plataformas, humo y pódiums, único en Valencia. No había
dudas: los viernes, éramos una referencia. Incluso, al finalizar nuestro
espacio, contábamos con la mítica despedida de “Súper Ratón” ¡Una pasada!
Había que meter dos monedas y yo ni me aclaraba. La presión
y los nervios que tenía encima, estaban a la altura de una final de la UEFA Champions
League. Ella, fue la primera en introducir el dinero, pero yo, no acertaba
a meter la monedita por la ranura. Jugar con el resto de niños no tenía nada
que ver con compartir partida con la mismísima reina del Tetris. La niña estaba a mi izquierda y yo, a su derecha. Después
de solventar los nervios iniciales y conseguir que mi crédito estuviera en el
interior de la máquina recreativa, la opción 2 PLAYER dio paso al juego. Yo era más bajito que ella, pero lo
suficientemente alto para ver cómo se fundía, literalmente, figura tras figura.
Mientras ella componía una bellísima melodía, yo no sabía ni hacer sonar una flauta.
Sus bailarines rusos bailaban que daba gusto, parecía que fueran hermanos de
sangre. Se liquidó el primer asalto del juego en menos que canta un gallo
y yo, aún seguía construyendo una especie de castillo que cada vez me
ahogaba más. Por si no tenía suficiente, en ese momento, caí en que su paso al
siguiente nivel dependía de mí. ¡Horror! Se giró y se quedó mirando mi partida,
esperando a que pudiera finalizar. Recuerdo perfectamente su pelo negro y
rizado, sus gafas del mismo color, sus ojos y su mirada asesina. ¿Creéis que
tenía presión? Sin palabras. Pero, quizá por eso, una fuerza interior salió de
mí y comencé a empequeñecer el castillo. De repente, las piezas comenzaban a
cuadrar. Esas malditas figuras geométricas empezaban a tener un sentido. Lo
estaba consiguiendo. Los bailarines querían bailar más, y yo les estaba
componiendo una sinfonía perfecta. Por fin me pasé la primera pantalla del Tetris. Después del espectáculo de
bailes y chillidos que monté delante de todo el mundo (me faltó hacer el
“guaraná”) me di cuenta de que la niña me estaba mirando fijamente. La frase
que me dijo, la recordaré toda mi vida. ¿Os la imagináis? Pensad mal y
acertareis.
La expresión “Porra” causó sensación. Su nacimiento llegó el
día que, unos compañeros de la emisora, comenzaron a sortear regalos entre los
acertantes de las apuestas del fin de semana. El que adivinaba el resultado del
partido, se llevaba el premio. Cada vez que se escuchaba esta palabra, era para
dar el resultado del ganador de la misma. Hasta ahí todo claro, pero, en ECdeP, nada era normal y la imaginación
abundaba en las ondas. Nuestra especialidad era darle la vuelta a todas las palabras…
CONTINUARÁ…
III ECdeP: El Retorno del “Power”
“Y llegaron ellos…únicos, inigualables, inconfundibles…”