martes, 10 de diciembre de 2013

II ECdeP: Las dos "Porras"

Mi tía no daba abasto. Antes de salir de casa, le tocaba llenar la cartera de monedas y, por supuesto, de las gruesas plateadas de 25 pesetas. A la pobre, cada noche le salía por un ojo de la cara. No había manera de que “su niño” se pasara la primera pantalla. Aquellos bailarines rusos, más que bailar, la estaban arruinando. En el viaje en coche al Duc, local de referencia en la Playa de Moncofa, no se hablaba de otra cosa que del maldito juego. La ida era ilusionante; la vuelta, terriblemente decepcionante. Por muchas monedas que invirtiera en aquella vieja máquina recreativa, nunca llegaba el día de la hazaña. El resto de niños sí conseguían dar un paso más, pero con el suyo…era otro cantar. Veía como el verano iba pasando y la cosa no funcionaba, pero, un día, los astros se conjuraron y su sobrino consiguió la gran gesta. Por fin, toda la inversión valió la pena.

Aquella niña me marcó. Recuerdo perfectamente su cara y sus palabras. Era más mayor que yo y, además, tenía un manejo de aquel videojuego que producía pavor en todos los que se atrevieran a jugar con ella en modo 2 PLAYER. Así pues, siempre que venía, jugaba sola. El resto, a mirar como eran las pantallas a las que nunca nos imaginábamos poder llegar y, mucho menos, yo, que era el más inepto de todos; el único allí presente que seguía enfrascado en la primera. No había forma de pasar a la segunda. Todos lo sabían y, por supuesto, se burlaban, pero existía alguien que lo desconocía: la niña. Supongo que con su nivel, no estaría muy pendiente del resto, así que, una noche, aburrida de jugar en solitario, me propuso una partida “dos jugadores”. En un primer momento, no daba crédito a su propuesta. El ridículo podía ser espantoso, pero, movido por la incredulidad y la presión de no aceptar esa especie de desafío, le dije que sí. En realidad, si soy sincero, lo hice porque estábamos solos, ya que el resto de niños aún no habían llegado y, por tanto, nadie vería el desastre, pero, lo que allí ocurrió, no estaba en el guión. Tanto me marcó, que no dudé ni un segundo en componer el Himno Oficial de ECdeP con la inolvidable melodía de ese juego: el TETRIS.

La canción yo lo que quiero es irme de fiesta hizo una sincronización perfecta con el ritmo del Tetris, y sirvió, de forma excelente, para crear el Himno Oficial de El Consultorio. Frases como: Esta noche, la noche no se acaba…esta noche vuelvo de mañana o Esta noche sé que te molesta, cojo mis cosas y me voy de fiesta causaron furor y, de algún modo, representaron el espíritu joven, rebelde y divertido del programa. Tanta era la emoción al escuchar esta melodía que un día me tocó realizar EcdeP bañado por champagne. Sin lugar a dudas, viví, uno de los episodios más graciosos que recuerdo dentro del estudio. Nunca me acababa de gustar esa bebida francesa, pero el riego de aquel día y su posterior aroma, me acabaron convenciendo.

Era navidad y la alegría imperaba en todos nosotros, sobre todo, en los que nos cogíamos unos días festivos. Esa mañana, me había pasado todas las horas dando vueltas por Valencia cubriendo la actualidad navideña de varios equipos. Cuando llegué a la Radio, previa de vacaciones, me encontré que la fiesta ya había pasado por allí. Los de la mañana se habían marchado ya, pero tuvieron el detalle de dejar unas pastas, algún que otro polvorón y diversas botellas de champagne… ¡Abiertas! No me quedaba tiempo para nada, así que entré al estudio, lugar en el que a “alguien” se le había olvidado una de esas botellitas. Al sonar nuestro querido himno y, emocionado por escucharlo, decidí hacer una broma con el espumoso, agitándolo sobre mí como si me hubiera tocado El Gordo y mi vida fuera a cambiar desde ese mismo momento… ¡y sí que cambió! ¡Vaya si cambió! Una auténtica ducha de Moët & Chandon se apoderó de mi cuerpo impregnándome de su más exquisita fragancia. Menos mal que pude enmendar mi error rápido y salir del paso, pero, sin lugar a dudas, hacer un Consultorio completamente regado por champagne francés no tiene precio.

Por aquel entonces, el fútbol valenciano no iba por buen camino y, concretamente, el Valencia CF no acababa de dar muchas alegrías. La gran mayoría de llamadas telefónicas servían como buzón de quejas, protestas y despropósitos. Los lunes, generalmente día después de partido, la cosa estaba calentita y la audiencia se desquitaba contra todo bicho viviente. Hablando mal, “se repartían hostias como panes” contra futbolistas, entrenador, presidente… Por tanto, había que hacer algo. La cultura Jamaicana invadió la Radio y el tío Bob (Bob Marley) calmó a las fieras con su buena música. Así pues, todos los lunes, celebrábamos el día Reggae. Could you be loved encendía una chimenea ficticia de buen rollo que invadía el estudio, el control técnico y todos los lugares donde se escuchaba el programa. ¡Qué recuerdos! Tal fue el efecto de su gran repertorio musical que, al final, nadie hablaba de fútbol. Increíble, pero cierto. El partido había pasado a un tercer plano. A nosotros nos interesaba mucho más que había hecho nuestra audiencia el fin de semana. El poco fútbol del que se hablaba era para conocer cómo había quedado el partido del nieto de “El Monstre de Sedaví”, uno de nuestros principales oyentes y estandartes de la emisora. Su nieto, “El Popov”, tenía siete años y era una máquina jugando al balompié.

El martes era el día Friki por excelencia. Grandes artistas y sus “temazos” nos hacían disfrutar de lo lindo. Una auténtica gozada. Camela, grupo musical español, con su famosa versión de La Gallina Cocoguagua, daba el pistoletazo de salida a una hora llena de Frikismo que hacía las delicias de la audiencia. Grandes cantantes como Jesulín de Ubrique y su famoso tema Toda (toa, toa, toa) representaban ese magnífico espíritu e, incluso, conseguían que más de uno se soltará la melena y acabara cantando en directo. Por supuesto, yo también. Mención especial para la banda de techno-pop Viceversa y su inigualable canción Tu piel morena. Aquello sí que era música. Cada vez que sonaba, la locura se apoderaba del estudio central. Pero si hay un artista que marcó, y mucho, ese día de la semana, fue Cristinita Percances. Aún a día de hoy, sigo arrepintiéndome de no haber ido a un concierto suyo. Su melodía, Amor fallero, servía de despedida del Consultorio durante estas fiestas. Al igual que Valencia tenía sus Fallas, nosotros teníamos las nuestras. ECdP, incluso, disponía de mascletà propia y hasta la Fallera Mayor de Valencia daba paso a la misma: “Senyor Polo, pot començar la mascletà del Consultori”. Pero esta increíble artista nos cautivó con una canción muy especial y, a su vez, prohibida. No todos los martes sonaba, pero, cuando lo hacía, temblaban los cimientos del edificio. "Ponme petazetas…"

El ecuador de la semana nos devolvía a la infancia. Retrocedíamos años atrás para reencontrarnos con aquellas series de dibujos animados que tantos recuerdos nos traían. Un auténtico homenaje a la niñez. Bajo los mandos del intrépido Samsagaz Carlitos Domingo, cada miércoles viajábamos a “La aldea del ARCE” para cantar aquello de: Chamalele, Chamalá, nuestra aldea es genial. A Carlitos le chiflaba recordar esta popular serie, ya que, los conejitos, le recordaban a los dos que tenía él en su casa ¡Vaya toalla! La irrupción de Oliver y Benji, Los Trotamúsicos y Los Fruittis, encabezados por Gazpacho y Mochilo, cautivaban a todos los oyentes que, durante esa hora, nos pedían multitud de sintonías que les recordaban a su pasado. El Equipo A y El Príncipe de Bel-Air nunca fallaban a su cita, mientras que MacGyver se encargaba de recordarme el día que intenté imitarlo remodelándome la bicicleta y consiguiendo que se partiera en dos. Al final, me la tuvieron que soldar. ¡Lamentable!

Los jueves, el estudio se transformaba. Era la fecha más importante, al menos, para las peticiones de los oyentes vía SMS. Llamaba la atención, pero, ese día, sabías que había que estar muy preparado. Nuestra audiencia no era cualquier audiencia y convertir ECdeP en la casa del Rock, no era tarea fácil. Fiel a mis ideales, Extremoduro gozaba de un puesto de honor y, su canción Pepe Botika, abría las puertas del mundo rockero. Las guitarras eléctricas, baterías y bajos retumbaban por doquier provocando efectos secundarios y, a mí, que me gustaba tener los auriculares a tope, me dejaban completamente sordo. Tal era esa sordera que, cierto día lluvioso, salí del estudio después de finalizar el programa sin oír las recomendaciones de mis compañeros en torno al charco de agua que se había creado en la entrada. De nuevo, volvía a mojarme, pero esta vez con caída incluida. De pequeño, te meten en la chola que hay que andar con la cabeza alta y sin mirar al suelo y, al final, acabas cayéndote. Siempre me gustó el surf, pero quedó claro que nunca lo había practicado.

Sonaban tambores de guerra. La batalla se acercaba y las tribus estaban preparadas. Solamente hacía falta darle suelta. El ritual siempre era el mismo, pero, cada vez, sonaba con más fuerza. El fin de semana se aproximaba y, los viernes, venían cargados de emoción. Todo estaba dispuesto para que sobrevolara las costas de Pinedo. “El Murciélago” de la mítica discoteca Spook Factory estaba listo para su cita. A las 15:00 h emprendía el vuelo para viajar hasta la Radio. Una vez más, había llegado el momento de la música bakalao. Las llamadas telefónicas eran un reflejo del imperioso ánimo que teníamos todos. Por fin llegaba el merecido descanso después de una larga semana laboral y eso había que celebrarlo. Todas las melodías bakalaeras tenían cabida en el programa. Esos grandes éxitos que tanto habíamos bailado, nos ayudaban a amenizar El Consultorio creando un ambiente de abanicos, ganchitos, plataformas, humo y pódiums, único en Valencia. No había dudas: los viernes, éramos una referencia. Incluso, al finalizar nuestro espacio, contábamos con la mítica despedida de “Súper Ratón” ¡Una pasada!

Había que meter dos monedas y yo ni me aclaraba. La presión y los nervios que tenía encima, estaban a la altura de una final de la UEFA Champions League. Ella, fue la primera en introducir el dinero, pero yo, no acertaba a meter la monedita por la ranura. Jugar con el resto de niños no tenía nada que ver con compartir partida con la mismísima reina del Tetris. La niña estaba a mi izquierda y yo, a su derecha. Después de solventar los nervios iniciales y conseguir que mi crédito estuviera en el interior de la máquina recreativa, la opción 2 PLAYER dio paso al juego. Yo era más bajito que ella, pero lo suficientemente alto para ver cómo se fundía, literalmente, figura tras figura. Mientras ella componía una bellísima melodía, yo no sabía ni hacer sonar una flauta. Sus bailarines rusos bailaban que daba gusto, parecía que fueran hermanos de sangre. Se liquidó el primer asalto del juego en menos que canta un gallo y yo, aún seguía construyendo una especie de castillo que cada vez me ahogaba más. Por si no tenía suficiente, en ese momento, caí en que su paso al siguiente nivel dependía de mí. ¡Horror! Se giró y se quedó mirando mi partida, esperando a que pudiera finalizar. Recuerdo perfectamente su pelo negro y rizado, sus gafas del mismo color, sus ojos y su mirada asesina. ¿Creéis que tenía presión? Sin palabras. Pero, quizá por eso, una fuerza interior salió de mí y comencé a empequeñecer el castillo. De repente, las piezas comenzaban a cuadrar. Esas malditas figuras geométricas empezaban a tener un sentido. Lo estaba consiguiendo. Los bailarines querían bailar más, y yo les estaba componiendo una sinfonía perfecta. Por fin me pasé la primera pantalla del Tetris. Después del espectáculo de bailes y chillidos que monté delante de todo el mundo (me faltó hacer el “guaraná”) me di cuenta de que la niña me estaba mirando fijamente. La frase que me dijo, la recordaré toda mi vida. ¿Os la imagináis? Pensad mal y acertareis.

La expresión “Porra” causó sensación. Su nacimiento llegó el día que, unos compañeros de la emisora, comenzaron a sortear regalos entre los acertantes de las apuestas del fin de semana. El que adivinaba el resultado del partido, se llevaba el premio. Cada vez que se escuchaba esta palabra, era para dar el resultado del ganador de la misma. Hasta ahí todo claro, pero, en ECdeP, nada era normal y la imaginación abundaba en las ondas. Nuestra especialidad era darle la vuelta a todas las palabras…

CONTINUARÁ…

III ECdeP: El Retorno del “Power”




“Y llegaron ellos…únicos, inigualables, inconfundibles…” 












martes, 3 de diciembre de 2013

I ECdeP: La Comunidad de "Ma Güela"

Cuando a Frodo Bolsón y a su fiel amigo Samsagaz Gamyi les encomendaron la ardua tarea de ser los portadores del anillo, todavía no eran sabedores del viaje que les esperaba. Al igual que a estos hobbits, personajes de la trilogía de "El Señor de los Anillos", nos iba a ocurrir a nosotros. Probablemente, mi amigo y técnico de la radio, Samsagaz Carlitos Domingo, y yo, Frodo Polo, no éramos conscientes de la aventura que viviríamos llevando a cabo ECdeP. Sí, sí, como suena ¡Una auténtica aventura! Disponíamos de un anillo en forma de programa, lo llevábamos al máximo de lugares posibles y, sobre todo, al ponerlo en el transistor y escucharlo, provocaba un efecto de locura transitoria, en forma de carcajada, que acababa por debilitar a cualquiera. Después de tanto ejercicio abdominal, lo más normal era terminar llorando… ¡de risa! Así era El Consultorio de Polo, capaz de provocar todo tipo de sensaciones.

Como todo proyecto que se pone en marcha, había que sentar unas bases. Llevaba idea de hacer una estructura, más allá de las llamadas telefónicas, y establecer algunas secciones. Al poco tiempo, me di cuenta que lo mejor que podía pasar era olvidar todos los propósitos iniciales. Puede parecer una locura, pero así era ECdeP y de ahí el éxito que tuvo en la casa. Nunca siguió ninguna regla ni se fijó en ningún otro espacio. Cuanto más intentabas buscar el orden, más claro veías que triunfaba el desorden. En este punto se diferenció del resto y dimos en la clave. ¿Qué sentido tenía hacer un programa de cachondeo siguiendo un guión? Ninguno. Sólo había que dejarse llevar y poner la chispa necesaria para conseguir un espacio diferente, entretenido, único y tremendamente divertido. ¿A qué da ganas de escucharlo?

En los primeros días de Consultorio costaba mucho que la audiencia llamara. Únicamente teníamos 30 minutos de espacio, pero sin las llamadas suficientes, la cosa se ponía fea. Había que hacer algo, así que decidí contar anécdotas graciosas de mi vida para que la gente se enganchara. Siempre me han dicho que soy un gran contador de historias, por tanto, pensé que lo mejor sería aprovechar esa faceta. La cosa funcionó, y más, cuando todas las tardes veía, a través del cristal, a Samsagaz Carlitos Domingo morirse de la risa hasta llegar al punto de caerse de su propia silla. La historia del agente de la Policía Local de Moncofa contada con un toque de humor, triunfó. Esa y la “pifia” en directo con la compañía telefónica. Al tiempo, todos los compañeros la recordábamos entre carcajadas, pero, en el momento, me las vi canutas.

Al principio de ese verano, había sufrido el peor accidente de moto que recuerdo.
Cuando giré la última esquina antes de llegar a mi casa, allí estaban ellos. No daba crédito a la escena que estaba divisando. Intuía que se avecinaba un buen “marrón”, pero no hasta el punto de llevarme un carxot (conocido como whopper en el lenguaje de EcdeP) Uno de los agentes de la Policía Local de Moncofa que me atendió en aquel percance, estaba allí, en la puerta de mi domicilio, junto a otro compañero y a mi padre. No podía explicarme cómo habían llegado antes que yo. Venía de la playa y les llevaba bastante ventaja. Los había visto a la altura de la ermita, situada a un kilómetro de mi vivienda, pero, de algún modo que aún a día de hoy no me explico, tuvieron tiempo suficiente para llegar, sacar a mi padre del comedor y que él mismo, tuviera la oportunidad de ver llegar a su hijo sin casco. Aquel día me marcó, al igual que el whopper que me llevé por parte del agente, por supuesto, con el permiso de mi padre, y que me hizo reflexionar, y mucho, sobre la poca conciencia que tenía al conducir una moto sin llevar el casco protector. Tenía 16 años.

Pronto nos dimos cuenta que la media hora de la que disponíamos se nos hacía muy corta. La gente se animaba a llamar todos los días; quería ser partícipe del jolgorio que teníamos en el programa. Nunca terminábamos a las 15:30 h ¡Era imposible! y mis compañeros de trabajo me apretaban con la hora. Infinidad de ocasiones, aparecían en el estudio para recordarme que me restaban cinco minutos. ¡Ya voy! les decía yo, pero ellos se quedaban a mi lado. Al principio, creía que era para presionarme puesto que veían que seguía habiendo llamadas a esas horas, pero, al poco, descubrí la realidad del asunto. En el fondo, ellos empezaban a formar parte de la familia. Se tronchaban con El Consultorio y les encantaba disfrutarlo. Recuerdo la cantidad de veces que, durante ese breve espacio de tiempo, se presentaban en el control técnico, con una sonrisa de oreja a oreja, comentándome “cosas” por línea interna. Actualmente, siguen sin reconocérmelo, pero yo sigo pensando todo lo contrario. Varios meses después del inicio de ECdeP, me ayudaron a solicitar más tiempo para el mismo. La cosa prometía.

La crisis pasaba factura a todos los negocios. Para una radio local, la publicidad tenía mucha más relevancia. En aquel tiempo, conseguir anunciantes era una tarea complicada. De ahí, la importancia de las cuñas publicitarias y del ir todos a una. Digo “ir todos a una” porque un día me desvié de una forma muy peculiar. En ese ánimo de contar anécdotas graciosas para entretener, me puse a hablar de mi compañía telefónica y los grandes detalles que había tenido conmigo. Parece mentira, pero por aquel entonces, después de confundirme con un moroso y quererme llevar a los tribunales, decidieron compensarme de grata forma. Algo inédito, pero muy real. Smartphone nuevo, nueva tarifa y muchas ventajas que casi ninguna compañía ofrecía y, por supuesto, tampoco lo hacía la que anunciábamos nosotros en la Radio… ¡Dios! Quería que me tragara la tierra. Llevaba cinco minutos adorando a nuestra competencia. Nunca se me olvidará la cara de mi compañero cuando apareció en el control técnico y, por línea interna, comenzó a echar sapos y culebras… Eso sí, mientras Frodo Polo no sabía donde meterse, Samsagaz Carlitos Domingo, una vez más, cayéndose de su silla.

Siguiendo en la línea de “pifias” made in Gonzalo Polo, no estuvo nada mal la imagen que se llevaron de mí varios representantes de una conocida marca. Lo mío con los asuntos publicitarios era la traca. No había tenido suficiente con el tema de la compañía telefónica, así que decidí deleitarles con un baile digno de “La Ruta del Bakalao”. Cierto día, finalizamos el programa con una canción remember que nos había solicitado un oyente. Me puse a bailar de forma efusiva e imitando esos bailes tan característicos de aquella época. Lo que desconocía era que, justo detrás de mí, en la terraza de la Radio, se estaba celebrando una reunión de negocios para cerrar un contrato publicitario. Una lástima que un enorme ventanal comunicara dicho lugar con el estudio en el que me encontraba. En uno de esos arranques de emoción, me giré dando un pequeño salto y allí me los encontré. Llevaban contemplándome el suficiente tiempo como para querer entrar a conocerme. ¡Menos mal! Al final las cosas llegaron a buen puerto.

Cada vez teníamos más oyentes que querían participar en el programa. Habían entendido perfectamente cuál era el estilo del mismo y, la verdad, era una gozada disfrutar todos juntos. Llegó el momento de inaugurar el himno oficial de El Consultorio de Polo, asignar a cada día de la semana una temática especial, crear suculentas secciones, descubrir infinidad de “personajes” que, posteriormente, se convertirían en amigos y disfrutar de un lenguaje personal inédito. ECdeP comenzaba a tener una identidad propia marcada por expresiones muy características de nuestra tierra. Nuestra jerga fue única y, aún hoy, perdura en el tiempo…

 CONTINUARÁ
II ECdeP: Las dos “Porras”

“Lo que tu fas, ho sap fer ma güela”