jueves, 12 de febrero de 2015

Vidas vacías

Hora de comer. El telediario inunda nuestros hogares con las noticias del día mientras comemos junto a los nuestros. Se van dando las conversaciones sobre la mañana que hemos tenido, a la vez que diferentes imágenes de un atentado terrorista, que se ha cobrado la vida de 70 personas en Siria, pasan por delante nuestro sin, apenas, llamar la atención. Estamos, desgraciadamente, tan hipnotizados y acostumbrados a verlas, que podemos seguir hablando de nuestras cosas viendo, a su vez, la tragedia. Cinco minutos después, con la información referente al desempleo en nuestro país, comenzamos a olvidar los vídeos que hemos visto. Y no hace falta comentar qué ocurre en el momento que llega la sección de deportes. Efectivamente, ya no sabríamos decir con exactitud dónde ha ocurrido la masacre y cuántas víctimas ha habido. Casi olvidado. Mañana, por desgracia, volverá a pasar lo mismo.

Hora de cenar. De nuevo, las mismas instantáneas con información ampliada. Nuevos datos en torno a lo ocurrido con conexiones en directo desde Damasco. El corresponsal de cada cadena ofrece la última hora. Continúan las conversaciones en nuestra mesa, mientras nos llama la atención un sonido de alerta del WhatsApp y decidimos mirar el móvil. Cinco minutos después, la tragedia comienza a caer en el olvido, y no tendríamos muy claro quién iba en el autobús… ¡Espera! ¿no era un coche?, ¿o ha sido en un edificio de las fuerzas de seguridad? Sección de deportes, no hace falta añadir más.

Pero, ¿qué ha ocurrido en París? La cosa cambia; hay reacción. Los diálogos alrededor de la mesa cesan, la comida se enfría y el WhatsApp pasa a segundo plano. Pensamos que en países desarrollados no suelen pasar estas desgracias, y es cierto que todos los medios de comunicación amplían muchísimo la cobertura de lo sucedido, sin embargo, no tenemos la misma respuesta. Así es, tremendamente real y, a su vez, triste, pero no olvidemos que no deja de ser un atentado terrorista en el que, de nuevo, fallecen seres humanos.

“¿Qué mierda tiene esta gente en la cabeza?” Así de contundente fue la frase que me dijo la persona que tenía delante mientras divisábamos las imágenes del atentando en la capital francesa. Una reacción muy tajante que, probablemente, no tenemos cuando las mismas locuras se comenten en otros continentes y, nosotros, continuamos con el plato de sopa. Hay que reconocer que respondemos cuando nos toca de cerca y, desgraciadamente, ahora acaba de suceder.

En la Edad Media, la vida de una persona valía muy poco. Estudiábamos esa época pensando que era parte del pasado y que aquellos seres estaban muy chalados. Una mentalidad primitiva, sin libertades, que les llevaba a no valorar nada y actuar con comportamientos nada civilizados. Cualquier excusa era buena para guiarse según los instintos. Una auténtica dictadura impuesta por los más fuertes. Sorprendentemente, muchos siglos después, este período continúa estando vivo y representado en los grupos islamistas radicales; terroristas que hacen sus propias interpretaciones del Corán para llevar a cabo infinidad de asesinatos y atrocidades, imponiendo sus ideas paranoicas, reflejando así, el atraso y la ignorancia frente a la civilización. Sin lugar a dudas, son: vidas vacías.

Vidas vacías, sin valor y sin valores, que arrebatan el aliento a seres humanos, dejando a sus seres queridos, paradójicamente, con sus vidas vacías el resto de sus días. Seres a los que programan como robots, demostrando así, lo manipulables que son y el poco seso que poseen. Perfiles vacíos y, en definitiva, faltos de vida.

Pero no acabo de encajar ciertas piezas en el puzzle. Quizá, le doy demasiadas vueltas a todo, pero las preguntas asoman en mi cabeza y me dejan ciertos interrogantes. ¿Cómo puede ser que semejantes individuos, primitivos e ignorantes, lleguen hasta donde han llegado? Algo se esconde detrás de tanto medieval para, por ejemplo, dominar los Medios Sociales (las conocidas Redes Sociales), hackear cuentas oficiales o utilizar pasaportes falsos. ¿Quién o quiénes los están nutriendo? y ¿cómo se financian? ¿Quiénes son esas personas pudientes o gobiernos que sueltan la mosca? Que salgan nombres y se publiquen en los medios. A mí, al menos, no me resulta tan fácil obtener respuestas, aunque lo que más me choca es su gran dotación de armamento. ¿De dónde salen las armas? ¿Quiénes las venden? ¿Quiénes están dentro de ese mercado negro a nivel internacional? Porque, si me permiten la ironía y como vimos en Francia, desgraciadamente no estamos hablando de rifles de feria. Demasiadas incógnitas que seguro tienen respuesta, sin embargo, a mí no me convence cualquiera.

Desconozco qué va a suceder y qué medidas se van a adoptar. Entretanto, la reciente unión de gobiernos, que resuelva mis dudas, asuma responsabilidades y actúe de una vez; y nosotros, ciudadanos civilizados, demostremos que no somos becerros. Nadie debe meter en el mismo saco a toda la comunidad musulmana porque, entonces, la famosa “mierda” la tendríamos, también nosotros, metida en el coco.  

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