Un Arroz del Senyoret en el cine
sería un puntazo. Además, que se cocine con leña dentro de la sala, en el
espacio que hay entre la primera fila de asientos y la pantalla. De hecho, en
esos cines donde la calefacción brilla por su ausencia o la sala es tan amplia
que no llega para todos, serviría para calentarse, a modo de chimenea. Estoy
entusiasmado con la idea; ya que el cinema, a día de hoy, es un lujazo, qué
menos que ofrecer la auténtica paella de los exquisitos, con su pescado bien
peladito y ese aroma placentero a cocina de la abuela. ¡Impresionante! El
cocinero, apartado a un lado, con su gorro, un pantalón y una chaqueta filipina
doble, todo de blanco, cocinando el manjar mientras comienza a proyectarse la
película para, posteriormente, ofrecer este placer extremo. Va de bo!
Las luces apagadas, únicamente
ven la proyección y un foco de luz que ilumina al maestro culinario llevando a
cabo la obra de arte. Imagínense qué gozada estar disfrutando de un peliculón
y, a su vez, poder observar cómo se cocina esta joya. No tendrían suficientes
ojos para todo. El film avanza y un
olor a gloria comienza a invadirles; se aproxima el deleite masivo. Platos y
más platos empiezan a subir por las escaleras, como si fueran lingotes de oro,
repartiéndolos entre los asistentes y provocando el éxtasis dentro de la sala.
Representen en su cabeza la viva imagen de la felicidad: cucharadas de un
manjar de Dioses observando la cinta de su vida. ¿Qué más se puede pedir?
Se avecina un baby boom. Aproximadamente, dentro de nueve
meses, la natalidad se disparará. Gracias a lo que va a acontecer este próximo
fin de semana, la alegría va a reinar en España. No juega la selección la final
del Mundial, pero va a ser completamente equiparable. Los astros han querido
unir diversos factores para acometer la dicha. Un fenómeno que será estudiado
por las generaciones venideras y que, sin lugar a dudas, marcará un antes y un
después. Ni en sus mejores sueños hubieran imaginado algo igual. Siéntanse
afortunados. Poder vivir una ocasión como ésta, es digno de Reyes, además con
mayúscula.
Hacer coincidir el estreno de la
película “50 sombras de Grey” con el día de los enamorados traerá el caos. Amor
puro y duro y pasión desenfrenada, una combinación letal. Incluso habrá quien,
en medio del film, podrá comenzar a
festejar, a partir de la medianoche, el día de cupido. Flechas deberían volar
por encima de la gente; confeti rojo, lanzado desde el techo, invadir las salas
y, al ser día especial, habría que ofrecer paellas, a leña, de pollo, conejo y
marisco. ¡Qué delicia!
Fresas con nata para las parejas
y champagne para todos. Una idea
cojonuda para ofrecer placer extremo. Divisen en su mente el jolgorio que se
puede montar. El cine lleno hasta la bandera, cayendo fresones y nata por las
filas, descorchando botellas de espumoso a granel, platos de arroz corriendo
como la pólvora y cupido disparando flechas a mansalva. ¡Maravilloso! La
película comienza a calentar la sala a medida que la gente da rienda a suelta a
su imaginación, pero no se pasen, por si no lo saben, en Estados Unidos, una
cadena de cines ha prohibido a los espectadores acudir con objetos que rindan
tributo a la temática de la saga. ¡Nos han jodido! Nada de sogas y látigos.
Ir al cine dejó de ser algo que
se hacía con asiduidad para convertirse en una cosa extraordinaria. Convirtámoslo, ahora, en un cinema espectáculo. Ya
que pasamos la barrera de transformarlo en un bar o restaurante, brindando la
genial oportunidad de comprar nachos con salsas y patatas de cuatro tipos, sin olvidar
los cien tamaños de bolsas de palomitas o la infinidad de chucherías
existentes… En este momento, quiero arroz del senyoret y cava. Pues sí, ya que
mis zapatillas, pantalones y chaquetas se tienen que ir pringadas de comida a
casa, y yo, sin enterarme de media película por culpa de los sonidos de
roedores compulsivos abriendo latas y bolsas de patatas, mezclando salsas y
desparramando nachos, qué menos que hacerlo a lo grande. En España apuntamos
alto, somos grandes ¡coño! Adelante con todo. La finalidad de ir al cine ya no
es ver películas, queremos ir a comer y cenar, espectáculo puro, que hagan
arroces dentro cocinados por los mejores chefs del país, ofrezcan champagne y fresas, se vendan látigos y
fustas e, incluso, que venga el bombero torero y suelten una vaquilla dentro de
la sala. Ya que nos despluman con el precio de las entradas (no se les ocurra
ver una proyección en 3D e ir sin gafitas), queremos spettacolo.
Me gustaba disfrutar del séptimo
arte en la gran pantalla, y lo digo en pasado porque, prácticamente, ya no lo
hago. Hablo como ciudadano. No soy un profesional especializado en el sector
del cine, aunque he preguntado muchas veces. Sé que subió el IVA cultural y se
encareció el precio de las entradas, que la piratería sigue haciendo estragos
en este país, y que invertir en publicidad es muy caro, pero la realidad, no se
puede negar. Pese a que los datos mejoran, ir al cine no es una prioridad. Los
precios de las entradas son excesivos y las personas se lo piensan dos veces
antes de acudir a una sala; sólo hay que ver qué ha ocurrido cuando se ha
llevado a cabo la Fiesta del Cine durante determinados días. Entiendo que todo
acarrea muchos gastos y que, probablemente, hayan tenido que convertir el cine
en un bar, ofreciendo productos a precios insultantes y desorbitados para sacar
pasta, pero algo tendrán que hacer. Recuperen la buena imagen del cine,
inviertan en mejorarla y reformarla y reconquisten al público. Denle vida al
espectador porque lo han estado matando.
Quizá piensen que he perdido la
chaveta, pero no hay nada como el humor irónico y las propuestas descabelladas.
Eso sí, como llegue el día en el que accedan a una sala y comiencen a cocinar
una paella, acuérdense de mí; al igual que yo lo haré de ustedes.
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