miércoles, 15 de abril de 2015

Cinema espectáculo

Un Arroz del Senyoret en el cine sería un puntazo. Además, que se cocine con leña dentro de la sala, en el espacio que hay entre la primera fila de asientos y la pantalla. De hecho, en esos cines donde la calefacción brilla por su ausencia o la sala es tan amplia que no llega para todos, serviría para calentarse, a modo de chimenea. Estoy entusiasmado con la idea; ya que el cinema, a día de hoy, es un lujazo, qué menos que ofrecer la auténtica paella de los exquisitos, con su pescado bien peladito y ese aroma placentero a cocina de la abuela. ¡Impresionante! El cocinero, apartado a un lado, con su gorro, un pantalón y una chaqueta filipina doble, todo de blanco, cocinando el manjar mientras comienza a proyectarse la película para, posteriormente, ofrecer este placer extremo. Va de bo!

Las luces apagadas, únicamente ven la proyección y un foco de luz que ilumina al maestro culinario llevando a cabo la obra de arte. Imagínense qué gozada estar disfrutando de un peliculón y, a su vez, poder observar cómo se cocina esta joya. No tendrían suficientes ojos para todo. El film avanza y un olor a gloria comienza a invadirles; se aproxima el deleite masivo. Platos y más platos empiezan a subir por las escaleras, como si fueran lingotes de oro, repartiéndolos entre los asistentes y provocando el éxtasis dentro de la sala. Representen en su cabeza la viva imagen de la felicidad: cucharadas de un manjar de Dioses observando la cinta de su vida. ¿Qué más se puede pedir?

Se avecina un baby boom. Aproximadamente, dentro de nueve meses, la natalidad se disparará. Gracias a lo que va a acontecer este próximo fin de semana, la alegría va a reinar en España. No juega la selección la final del Mundial, pero va a ser completamente equiparable. Los astros han querido unir diversos factores para acometer la dicha. Un fenómeno que será estudiado por las generaciones venideras y que, sin lugar a dudas, marcará un antes y un después. Ni en sus mejores sueños hubieran imaginado algo igual. Siéntanse afortunados. Poder vivir una ocasión como ésta, es digno de Reyes, además con mayúscula.

Hacer coincidir el estreno de la película “50 sombras de Grey” con el día de los enamorados traerá el caos. Amor puro y duro y pasión desenfrenada, una combinación letal. Incluso habrá quien, en medio del film, podrá comenzar a festejar, a partir de la medianoche, el día de cupido. Flechas deberían volar por encima de la gente; confeti rojo, lanzado desde el techo, invadir las salas y, al ser día especial, habría que ofrecer paellas, a leña, de pollo, conejo y marisco. ¡Qué delicia!

Fresas con nata para las parejas y champagne para todos. Una idea cojonuda para ofrecer placer extremo. Divisen en su mente el jolgorio que se puede montar. El cine lleno hasta la bandera, cayendo fresones y nata por las filas, descorchando botellas de espumoso a granel, platos de arroz corriendo como la pólvora y cupido disparando flechas a mansalva. ¡Maravilloso! La película comienza a calentar la sala a medida que la gente da rienda a suelta a su imaginación, pero no se pasen, por si no lo saben, en Estados Unidos, una cadena de cines ha prohibido a los espectadores acudir con objetos que rindan tributo a la temática de la saga. ¡Nos han jodido! Nada de sogas y látigos.

Ir al cine dejó de ser algo que se hacía con asiduidad para convertirse en una cosa extraordinaria. Convirtámoslo, ahora, en un cinema espectáculo. Ya que pasamos la barrera de transformarlo en un bar o restaurante, brindando la genial oportunidad de comprar nachos con salsas y patatas de cuatro tipos, sin olvidar los cien tamaños de bolsas de palomitas o la infinidad de chucherías existentes… En este momento, quiero arroz del senyoret y cava. Pues sí, ya que mis zapatillas, pantalones y chaquetas se tienen que ir pringadas de comida a casa, y yo, sin enterarme de media película por culpa de los sonidos de roedores compulsivos abriendo latas y bolsas de patatas, mezclando salsas y desparramando nachos, qué menos que hacerlo a lo grande. En España apuntamos alto, somos grandes ¡coño! Adelante con todo. La finalidad de ir al cine ya no es ver películas, queremos ir a comer y cenar, espectáculo puro, que hagan arroces dentro cocinados por los mejores chefs del país, ofrezcan champagne y fresas, se vendan látigos y fustas e, incluso, que venga el bombero torero y suelten una vaquilla dentro de la sala. Ya que nos despluman con el precio de las entradas (no se les ocurra ver una proyección en 3D e ir sin gafitas), queremos spettacolo.

Me gustaba disfrutar del séptimo arte en la gran pantalla, y lo digo en pasado porque, prácticamente, ya no lo hago. Hablo como ciudadano. No soy un profesional especializado en el sector del cine, aunque he preguntado muchas veces. Sé que subió el IVA cultural y se encareció el precio de las entradas, que la piratería sigue haciendo estragos en este país, y que invertir en publicidad es muy caro, pero la realidad, no se puede negar. Pese a que los datos mejoran, ir al cine no es una prioridad. Los precios de las entradas son excesivos y las personas se lo piensan dos veces antes de acudir a una sala; sólo hay que ver qué ha ocurrido cuando se ha llevado a cabo la Fiesta del Cine durante determinados días. Entiendo que todo acarrea muchos gastos y que, probablemente, hayan tenido que convertir el cine en un bar, ofreciendo productos a precios insultantes y desorbitados para sacar pasta, pero algo tendrán que hacer. Recuperen la buena imagen del cine, inviertan en mejorarla y reformarla y reconquisten al público. Denle vida al espectador porque lo han estado matando.

Quizá piensen que he perdido la chaveta, pero no hay nada como el humor irónico y las propuestas descabelladas. Eso sí, como llegue el día en el que accedan a una sala y comiencen a cocinar una paella, acuérdense de mí; al igual que yo lo haré de ustedes.

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